Al llegar al aeropuerto, nos ha recibido uno de los administrativos de Thamserku (la mayor empresa de trekking del país) con un chófer. El ritual de bienvenida implica colocarnos un collar de flores naranjas y el saludo del país, “Namasté” (literalmente, saludo a la divinidad de tu interior, ya que los nepaleses perciben la divinidad en todas partes). El martes 30 lo hemos empleado en instalarnos, dormir y estirar las piernas. Sigue todo como lo dejamos el año pasado, las gentes, los comercios, el hotel, el ruido, los niños de la calle… muchas caras conocidas.
El miércoles
tráfico es totalmente caótico, peatones, motos, coches, camiones, carros y tenderetes conviven en el mismo espacio, envueltos de bocinazos, polución, ruido de motores, bullicio y basura. A pesar del caos habitual, conseguimos llegar a destino, una media hora después. Hemos llegado a Nepal, aquí todo transcurre “bistare, bistare”, es decir, despacio. No hay prisa para nada. Se revisa nuestra documentación y billetes de vuelta, dejamos fotos para solicitar los permisos de trekking y circulación en el Parque Nacional de los Annapurnas, vemos con el jefe de almacén las necesidades materiales para la enfermería que vamos a instalar en el North Annapurna Base Camp: una tienda grande, una camilla, una mesa, el hornillo para calentar y humidificar la tienda, nosotros llevamos todo el equipamiento médico que nos han preparado en suministros, almacén y farmacia del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza, unos cien kilos. Revisamos los bidones, se vuelven a pesar para calcular el número de porteadores. Nos presentan al sirdar, Dinesh (el guía responsable de nuestro grupo hasta que lleguemos al Campo Base) y al cocinero, Ridorje, con los que hablamos y hacemos bromas. Mr. Rai, el responsable de ventas y marketing, me explica que Mr. Sonam Sherpa, el Director de Thamserku tiene interés en hablar con nosotros. Como están empeñados en que “nos deben” una visita a los alrededores de Kathmandú, porque el año pasado estuvimos ocupadísimos con el Curso de la CISA para los sirdars, y los alpinistas congelados o enfermos que tuvimos que atender en los hoteles y hospitales de la capital, insiste en que el jueves hagamos la visita turística y el viernes nos reunamos con Mr. Sonam Sherpa.
Regresamos al hotel hacia media tarde. José Ramón se acuesta, está todavía bajo los efectos del jet lag (o cambio de horario). Yo me dedico a “pelear” con internet, este año la conexión va y viene con los “apagones” intermitentes que sufre la ciudad.